23 abr 2011

William Goldman - La princesa prometida


Hay películas que uno guarda con mucho cariño. Suele pasar con las películas de la infancia, que quedan grabadas a fuego en el recuerdo y se idealizan profundamente. Suele pasar también, la mayor parte de las veces, que éstas no resisten bien el paso del tiempo y cuando las vuelves a ver te acabas llevando alguna que otra decepción. Pero como siempre, hay excepciones. Y hoy me apetece hablaros de una de ellas. 

Creo que buena parte de la gente de mi edad ha visto alguna vez La princesa prometida (1987), en alguna de las múltiples reposiciones de fin de semana que se dieron durante los años noventa. Para algunos de nosotros se ha convertido en una película de culto por muchos motivos: su sencillez, sus personajes carismáticos, el humor que se desprende de cada situación, la atmósfera de cuento de aventuras que la recorre de punta a punta... Es difícil no quedar prendado de la fuerza de personajes como Westley, Fezzik o el grandísimo Íñigo Montoya (interpretado por Mandy Patinkin, Jason Gideon en Mentes criminales). Incluso los villanos, como el príncipe Humperdink tienen algo de fascinante (por cierto ¿soy el único a quien Lord Farquaad le ha parecido siempre un cruce entre el príncipe Humperdink y Artur Mas?).

13 abr 2011

Eduardo Galeano - El fútbol a sol y sombra


Lo reconozco: yo ya he perdido la cuenta.

No sé si alguno de los inminentes Madrid-Barça / Barça-Madrid que se jugarán en los próximos días es el partido del mes, del año, de la década, del siglo o, simple y llanamente (nótese la ironía), de la Historia. Uno de esos partidos transcendentales que marcan ciclos, épocas o lo que sea que marquen los partidos intrancesdentemente trascendentales.

Vaya por delante que no soy demasiado futbolero, aunque un poco sí. Del fútbol me gustan varias cosas: su componente estratégico, su desarrollo colectivo, la belleza estética de las buenas jugadas o el punto irracional que convierte al espectador en parte de algo más grande durante noventa minutos. Pero también hay cosas que o no me gustan un pelo o me producen urticaria: el sectarismo en el que deriva a veces el seguidor acérrimo, el endiosamiento de algunos, la chulería y la prepotencia de jugadores, técnicos, directivos y entorno y creo que, por encima de todo lo demás, la sobreexposición mediática a la que se nos somete respecto a todo lo relativo al fútbol.

7 abr 2011

Citas - El sí de las niñas

Una mañana tonta la de hoy. Me he ido a cortar el pelo y como es costumbre, prefiero llevarme algo de lectura a hojear Intervius, Marcas o similares. La elección: El sí de las niñas, de Leandro Fernández de Moratín.

Moratín es, sin lugar a demasiadas dudas, uno de los intelectuales fundamentales para entender el tránsito español del XVIII al XIX y El sí de las niñas la gran pieza teatral de la época, que trata uno de los temas del momento: el papel de la educación de los jóvenes y la crítica a las prácticas sociales obsoletas. 

Hoy, cuando nos llegan ecos de lo que algunos pretenden perpretar contra el derecho común a la educación de calidad, uno no puede hacer más que recordar con cariño al bueno de Moratín, cuando dijo (en un contexto diferente, por supuesto) aquello de...


"Ve aquí los frutos de la educación. Esto es lo que se llama criar bien a una niña: enseñarla a que desmienta y oculte las pasiones más inocentes con una pérfida disimulación. Las juzgan honestan luego que las ven instruidas en el arte de callar y mentir. Se obstinan en que el temperamento, la edad ni el genio no han de tener influencia alguna en sus inclinaciones, o en que su voluntad ha de torcerse al capricho de quien las gobierna. Todo se las permite, menos la sinceridad. Con tal que no digan lo que sienten, con tal que finjan aborrecer lo que más desean, con tal que se presten a pronunciar, cuando se lo manden, un sí perjuro, sacrílego, origen de tantos escándalos, ya están bien criadas, y se llama excelente educación la que inspira en ellas el temor, la astucia y el silencio de un esclavo. "
Don Diego - Escena VIII.


Supongo que algunas deberían cortarse el pelo más de vez en cuando, aunque dudo que lean a Moratín cuando van a la peluquería...

Así nos luce la clase política.

Besos y abrazos.