El Cid. Rodrigo Díaz de Vivar, el Campeador. Poco se puede decir de la historia medieval castellana que no gravite sobre su figura. Pocas veces se aunan de tal manera realidad, ficción, leyenda, recreación literaria, tergiversación, apropiación patriótica, atracción y repulsión en un mismo personaje. Héroe para algunos, villano para otros, caballero ideal o taimado conquistador, traidor, fiel vasallo, guerrero de frontera ávido de riquezas o, simplemente, Charlton Heston, lo cierto es que la figura de Rodrigo tiene algo de fascinante, de seductor. Y no es para menos.
La obra básica para entender al Cid y a su tiempo no es otra que La España del Cid, de Ramón Menéndez Pidal, en cualquiera de sus versiones. En líneas generales, existen dos, ampliamente reeditadas: la original (Madrid, 1929), compuesta por dos tomos, que presenta todo el aparato crítico típico de las obras eruditas (sesudas notas a pie de página y largos apéndices presentando todo la documentación necesaria para el análisis crítico del texto), y la versión que el propio Menéndez Pidal llamó “abreviada” (Buenos Aires, 1939) que prescinde de toda esa parafernalia y presenta el texto en un único volumen libre de notas, facilitando así la lectura no especializada. Recomiendo esta última para todos los que os animéis a leerla.
Menéndez Pidal presenta la obra con un marcado carácter global intentando no explicar únicamente el personaje sino también todo su contexto. Por ello, La España del Cid puede considerarse, casi, una obra sobre el siglo XI castellano en su totalidad donde, aunque el peso narrativo recaiga en Rodrigo, nunca se abandona la referencia castellana (muy marcada en la época de las disputas entre Sancho el Fuerte y Alfonso VI, en la toma de Toledo o en las consecuencias de la batalla de Sagrajas).
Esto es así, porque la intención de Menéndez Pidal es la de resaltar la figura del Cid respecto a la del monarca castellano-leonés, Alfonso VI. Pretende resituar el personaje y convertirlo en un héroe nacional, en un referente patriótico. El propio título del libro evoca esta idea: ¿Quién es de quién? ¿El Cid de España?, ¿España del Cid? Héroe y Nación se confunden, en un juego de palabras cargado de intenciones.
Independientemente de que estemos de acuerdo o no con esta idea, lo cierto es que el trabajo de investigación y tratamiento de las fuentes que hace Menéndez Pidal se ha de tener muy en cuenta. La España del Cid, con sus carencias, que también las hay, y sus datos a revisar, tiene la virtud de presentar una imagen trabajada y global de los acontecimientos. Utiliza indistintamente fuentes cronísticas, de archivo, de las diferentes obras de la cosmogonía cidiana (El Poema del mio Cid, la Historia Roderici, el catalán Carmen Campidoctoris), los romances y nunca deja de lado las fuentes cronístias e históricas árabes.
Todo ello permite a Menéndez Pidal presentar una visión exhaustiva de la actuación de Rodrigo en el Levante, zona donde quedan plasmadas sus mayores hazañas y su capacidad política y militar. Y nos demuestra cosas que no debemos olvidar, como la intrincada red de negociaciones, alianzas, estrategias y traiciones que unía a los diferentes reinos de taifas con los poderes cristianos, muy lejos del concepto “Reconquista” y más cerca de lo que queremos asumir de las estrategias geopolíticas actuales.
En definitiva, que La España del Cid de Ramón Menéndez Pidal es una buena lectura introductoria para todo aquél que quiera enterarse un poco de la vida del Cid histórico, de las relaciones entre los mundos cristianos e islámicos durante el siglo XI o de la manera de hacer la guerra en la época. Es un buen punto de partida para forjarse una visión panorámica del tema aunque, personalmente, no comparta alguna de sus aproximaciones (por ejemplo, los regímenes de veracidad de las fuentes literarias, que Menéndez Pidal considera como relativamente próximas a los hechos y que a mí me parece que habría que revisitar antes de tomar como referente) o eche en falta el desarrollo de algunas ideas que me parecen fundamentales (como el diseño geoestratégico del Levante por parte del Cid, en base al eje Zaragoza-Valencia-Barcelona y no en el tradicional Toledo-Valencia-Sevilla, o la conexión catalana por vía femenina, por lo que parece en los últimos años fundamental para explicar el desarrollo literario cidiano).
En cualquier caso, es una lectura (si no intensiva, al menos si en algunos de sus pasajes) que recomiendo.
En imagen, a falta de alguna mejor y no queriendo poner imágenes falseadas, la primera página del manuscrito conservado del Cantar del Mio Cid.
Fuente: http://www.laits.utexas.edu/cid/mo/jpg/01r.jpg
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