La edición de fuentes textuales es uno de los trabajos de fondo que los medievalistas nunca deberíamos dejar de hacer. Frente a la idea general de que en Historia está todo hecho los que nos movemos en los entresijos de la misma sabemos que es mucho más lo que falta por saber que lo que damos por supuesto y, precisamente, parte de este desconocimiento viene por nuestro acceso limitado a lo que debería ser nuestra herramienta fundamental: las fuentes, ya sean escritas, artísticas o de cualquier otro tipo.
El caso medieval es especialmente doloroso. Lo que queda inédito gana por goleada a lo que tenemos editado, especialmente para las fuentes de archivo de los siglos XIV y XV, que son un rico laboratorio donde duermen muchas de las claves de nuestras investigaciones. Fuentes notariales, municipales, de cancillería, documentos legales, institucionales, privados y un largo etcétera esperan pacientemente a ser recuperadas.
Digo todo esto porque hace poco recibí una pequeña alegría en este sentido: un ejemplar de La nòtula del notari Bernat Frigola de Cotlliure (1380-1381) de Rubén Molina Campoy y Aymat Catafau Castellet, recién salido del horno gracias al esfuerzo de la Fundació Noguera. El libro es un proyecto que llevo siguiendo desde hace tiempo, tanto porque me interesa a nivel profesional como porque lo ha llevado a cabo Rubén, un buen amigo.
La nótula de Bernat Frigola no es un libro al uso. Es una transcripción y edición crítica de un manual notarial de finales del siglo XIV, con todo lo que ello conlleva. Es decir, una herramienta que pone a la disposición de quien lo necesite el texto de los documentos redactados por dicho notario. Llegado a este punto seguro que os estáis preguntando algo así como que para qué sirve una cosa como ésta y por qué es importante para alguien. Vayamos por partes.
La sociedad bajomedieval es una sociedad profundamente centrada en la palabra escrita. Cualquier transacción comercial (grande o pequeña), acuerdo entre particulares, disposición municipal, edicto real o suceso extraño o cotidiano era puesto por escrito: como hoy, la base de la legitimidad de cualquier acto descansaba en su puesta por escrito, para ser conservado y usado como prueba. En las ciudades medievales, en las pequeñas parroquias, en los ejércitos, en los monasterios, en los palacios, incluso en los barcos, la presencia del notario era un elemento que no extrañaba a nadie: eran, con su trabajo, la garantía de que la transmisión escrita de los derechos y los actos estaba garantizada. Por poner un ejemplo, en tierras catalanas, donde la conservación de los archivos notariales ha sufrido menos que en otras zonas, los manuales notariales para la época medieval se cuentan por miles.
¿Qué es entonces un manual notarial? A grandes rasgos y sin entrar en detalles es la recopilación de la documentación expedida por un notario en una fecha determinada. Vamos, un registro dónde guardar una copia de cada documento expedido en la notaría. Como podéis ver, la importancia de estos libros para pulsar el tono de la vida diaria es inmensa, sobre todo cuando contamos con un gran número de ellos.
La nótula de Bernat Frigola es de este tipo de libros. Nos ofrece 151 documentos generados por la notaria de Bernat Frigola, en Colliure, entre el 18 de julio de 1380 y el 6 de julio de 1381. Documentos que nos hablan de muchas cosas: de procesos judiciales, de confiscaciones de bienes, de préstamos, de compras, de alquileres, de testamentos, inventarios de bienes, actos de piratería, matrimonios, asuntos familiares y muchas otras cosas. Nos sumergen en el día a día y nos hablan, no de las grandes estructuras y máximas históricas en las que a veces se mueve el historiador, sino del pequeño detalle de las personas que vivieron y se relacionaron entre sí hace más de seiscientos años. Documentos que permiten reconstruir la cotidianeidad en una forma que podemos entender y con la que nos podemos sentir reflejados.
Todo esto nos cuenta el libro de Rubén Molina y Aymat Catafau, al poner a nuestra disposición los documentos, en latín y en catalán, que conforman el manual de Bernat Frigola. La edición se completa con una excelente y documentada introducción sobre la situación general de las notarías del Rosselló y unos índices toponímicos, onomásticos y de contenido que, por su utilidad y el buen hacer de los autores a la hora de tomar decisiones de cómo presentarlos, convierten el libro en una herramienta de fácil consulta a disposición tanto de los investigadores como del lector ocasional que únicamente busca cotillear el contenido en busca de algún dato en concreto.
En imagen, representación de un notario en una miniatura medieval
No hay comentarios:
Publicar un comentario