Los clásicos nunca mueren, o al menos eso es lo que nos suelen repetir. Otra cosa es que cuando uno echa la vista atrás y los observa, hay veces en que los clásicos no han envejecido con la suficiente frescura. Entendámoslo; tampoco es que sea culpa suya. Simplemente los gustos, los ritmos, las formas de narrar o de acercarse al hecho escrito varían con el tiempo. Nos toca a nosotros actualizarlos con rigor y buen hacer, manteniendo el fondo por encima de la forma.
Creo que, un poco por eso, me gusta tanto Homero, Ilíada, de Alessandro Baricco; por todo lo que supone como resituación de la Ilíada dentro de los actuales cánones de lectura, sin perder por ello un ápice de su fuerza original.