2 dic 2010

Arthur Conan Doyle - Estudio en escarlata



Hay obras fundamentales que todo el mundo debería, si no leer, al menos conocer. Libros que crean géneros o que los redefinen, después de los cuales ya nada vuelve a ser como antes. Por el esquema que imponen, por las imágenes mentales que crean o por el valor que adquieren como iconos.

No creo que haya mucha duda en afirmar que Estudio en escarlata, de Arthur Conan Doyle, sea uno de estos casos. En él aparece por primera vez una de las parejas más conocidas de la literatura universal: Sherlock Holmes y el doctor Watson.

Que ambos personajes han pasado a formar parte de la cultura popular es algo también fuera de toda duda. La imagen del detective, con su inconfundible pipa y su sombrero de cazador ha sido recreada y versionada miles de veces, lo mismo que su característica muletilla (Elemental, mi querido Watson), dando lugar a una imagen icónica del personaje fácilmente reconocible, ya sea en dibujos animados, películas, obras de teatro, comics u homenajes televisivos, al estilo House.

La sorpresa viene cuando uno lee a Doyle y descubre que, ni en sus cuatro novelas sobre Holmes ni en la multitud de relatos cortos que escribió sobre él, se mencionan estos detalles que ligamos al personaje. Elemental, mi querido Watson nunca llegó a pronunciarse (ni el Tócala otra vez, Sam, aunque sea otra historia), la pipa fue añadida como attrezzo en una representación teatral y el característico sombrero aparece por primera vez en dibujos realizados para el periódico donde se publicaban los relatos de Doyle.

Sherlock Holmes, como personaje, es mucho más interesante que la versión edulcorada que nos ha llegado a través de cine y dibujos (mi generación, por ejemplo, piensa a Holmes en forma de un sagaz, afable y señorial perro detective). Asocial, obsesivo, boxeador aficionado, melómano declarado, misántropo y consumidor de cocaína para evitar los largos períodos de aburrimiento intelectual (hecho que se menciona sólo una vez, pero como habitual), la figura de Holmes se perfila de manera magistral a lo largo de novelas y relatos.

Estudio en escarlata es un punto y aparte en el género del relato policial, el primer paso hacia una revolución del género, un salto de calidad enorme y el inicio de un fenómeno social (recordemos, por poner un ejemplo, el revuelo que se produjo cuando Doyle dedició matar a Holmes). Es también un buen estudio psicológico de los personajes, una consistente reconstrucción del ambiente del Londres victoriano y una dura crítica a las sectas religiosas.

Por todos estos elementos, creo que es una buena lectura ligera pero con contenido, ideal para introducirse tanto en el relato histórico como en el apasionante círculo del género detectivesco.

La imagen, placa conmemorativa del nº 221b de Baker Street (fuente http://commons.wikimedia.org/wiki/File:221b_Baker_Street.jpg)

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