Por una vez las noticias hablaron de ellos.
Ignoraron, eso sí, los besos furtivos
las citas en rincones imposibles
el amor en horarios prohibidos
y las caricias que se soñaban en silencio
cuando no estaban solos.
Las noticias – digo – filtraron sus nombres
pero no contaron cómo se conocieron.
No debió interesar si fue
en la parada del autobús
o en la cola del supermercado,
de noche en algún bar
o al llevar a los niños al colegio.
(quizá fuera en alguna playa, algún verano,
o simplemente, un día, se cogieron de la mano
y ya no volvieron a soltarse.)
Tampoco supieron los reporteros
que él trabajó duro para pagarse los estudios
y que ella abandonó sus sueños de tocar el piano,
que él era hijo único
y que ella, que siempre había querido formar familia,
acabó con un imbécil que no la merecía.
Y ni mucho menos sospecharon,
que por primera vez
- y eso sí que era noticia -
eran felices.
Lo único que supieron fue
que dos perfectos desconocidos,
transeúntes anónimos,
murieron la tarde
en que un borracho
perdió el control de su coche.
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