Sobre la humanidad se cierne un grave peligro: la destrucción a manos de los Insectores, una extraña raza alienígena. Hace décadas logró evitarse la destrucción de la Tierra gracias únicamente a la genialidad de un héroe: Mazer Rackham. Pero de eso han pasado demasiados años y, ante la próxima invasión Insectora, el único resultado posible es la aniquilación de la raza humana.
En este opresivo contexto, la cúpula militar de la Tierra tiene un único objetivo: buscar y formar al próximo Mazer. Aquel que con su genialidad táctica y sus dotes de liderazgo, pueda significar una mínima oportunidad de victoria. Y, por lo que parece, lo han encontrado...
El pequeño Andrew Ender Wiggin es el tercero de tres hermanos, cosa excepcional. El gobierno terrestre limita la natalidad a dos hijos por familia, a causa del exceso de población. A veces, como es el caso, permite la procreación de un “Tercero”: Peter y Valentine, sus hermanos, son dos niños prodigio y, por tanto, las esperanzas puestas en Ender por el gobierno son muy alentadoras. Tanto que, después de analizarlo durante sus seis primeros años de vida, deciden reclutarlo para la Escuela de Batalla.
Con ese nombre se conoce a unas complejas instalaciones situadas en un asteroide, donde el ejército adiestra en tácticas de combate a niños de todo el mundo, algo así como un Hogwarts descarnado y futurista (la lista de “similitudes” entre El Juego de Ender y Harry Potter son tantas y variadas que cierta escritora británica bien podría ganarse alguna demandilla que otra, si el bueno de Orson Scott Card no fuera tan buena gente como es). Allí, los niños se encuadran en equipos que combaten entre sí en un juego interminable ene l que se ponen a prueba sus capacidades militares.
Sin entrar más en la trama, personajes o giros argumentales del libro – eso os lo reservo a vosotros - El Juego de Ender tiene una serie de virtudes que lo hacen una lectura más que recomendable. Su premisa básica plantea un asunto de gran calado: el proceso de creación de un verdadero líder. ¿Cómo hay que educar a alguien como Ender para que llegue a desarrollar las características que se esperan de él? ¿Cómo hacerlo sin que se de cuenta de que está siendo condicionado? Para ser lo que debe ser, debe sentirse solo, sin más apoyos que los que sus propios recursos puedan propocionarle, sin más lazos emocionales que los mínimamente imprescindibles.
Y luego está el Juego. El simulacro de batallas donde los niños compiten. La guerra enmascarada en su aspecto lúdico: el lugar donde se evidencia el carácter de cada uno, donde se tejen y destejan lazos afectivos, donde la mente infantil desarrolla estrategias imposibles.
Y de fondo, en la Tierra, los movimientos de Peter – el cruel Peter, el sádico hermano mayor que aterroriza a Ender – y Valentine – la dulce Valentine, la única persona a quien realmente ama Ender –, que plantean (¡ en 1985 !) los peligros que internet y el anonimato en la creación de corrientes de opinión pueden llegar a provocar.
El Juego de Ender, de Orson S. Card es el inicio de dos sagas míticas de la ciencia ficción: La Saga de Ender, que nos cuenta la vida del protagonista, y la posterior La Saga de la Sombra que nos explica cabos sueltos y elementos fuera de escena, tomando como protagonistas a los secundarios que Ender ha ido dejando en el camino.
Para que os hagais una idea de la calidad que atesora La Saga de Ender, sus dos primeros libros (El Juego de Ender y La Voz de los Muertos, ganaron los premios Hugo y Nébula, los dos galardones más prestigiosos de ciencia-ficción, durante dos años seguidos, cosa que no había conseguido ningun autor hasta la fecha.
Actualmente, el universo de Ender vive una nueva época feliz. Marvel está llevando a cabo una adaptación al comic, en la que cuenta con el español Pasqual Ferry a los lápices y la supervisión del propio Orson Scott Card, así como una película de imagen real.
En imagen, portada de la edición española.
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